martes, 23 de diciembre de 2008

Nunca




A las doce, en el andén de la estación,
esperando al futuro que ha de llegar;
relojes de arena el la pared,
miden la incertidumbre del tiempo;
pasajeros portando ambiguos equipajes
de soledad y comunión con el mundo,
compran billetes hacia ninguna parte,
esperando poder llegar pronto,
para matar el advenimiento un tiempo tardio
que siempre acaba por no venir.
Miradas, sólo miradas.
Y en medio del inusitado silencio
la locura de las palabras asoma;
nadie quiere verla,
menos aún quieren escucharla,
pero se abre paso entre la multitud
Y grita: ¡pasajeros a bordo!,
a las doce en el andén,
donde nunca saldrá un tren,
donde el tiempo ya murió.

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